La verdad es que me he sentado varias veces a escribir este artículo, y no sé qué me pasa.

Me resisto, a veces me quedo en blanco, en otras ocasiones escribo mucho y borro todo,… Y es que lo más importante para mí en este momento de mi vida y desde hace unos años, es la maternidad, Por ello, escribo este artículo desde mi perspectiva vital, que por supuesto, acompaña a mi tarea profesional. Después de observar esto que me pasa, y teniendo en cuenta que en otras ocasiones no tengo resistencias, me doy cuenta que, hablando de miedos, me da miedo escribir este artículo. Bueno ahí va.
Los miedos ante la maternidad y paternidad están en cada uno de nosotros. Son naturales, humanos, y es que la llegada de un nuevo miembro a la familia, desata en cada uno de nosotros lo mejor y lo peor que nos acompaña. Estos miedos van desde la idea que tenemos imaginaria acerca de cómo sería tener hijos, hasta que dejamos este mundo. Así que me centraré en la tarea diaria como padres y madres.
Me escucho y pongo atención a mis miedos: miedo a no proteger a mis hijas, miedo a no ayudarlas en lo que necesitan, miedo a no responder adecuadamente a todas sus demandas y miedo a responderlas todas, miedo a que sufran, miedo a que otros le hagan sufrir, miedo a que se dañan, miedo a que no sepan resolver solas sus conflictos, miedo a que tengan alguna carencia, miedo a protegerlas demasiado, miedo a no estar cuando me requieran, miedo a no darles todo lo que necesitan, miedo a no escucharlas, miedo a no estar en sus momentos importantes vitales, miedo a invadirlas, miedo a que no se sientan vistas, miedo a que se sientan desprotegidas, miedo a darles mucho, miedo a darles poco, miedo a que no me perdonen, miedo a no poder ofrecerles oportunidades, miedo a que no prueben cosas diferentes, miedo a que las prueben…
Y todos estos miedos quedan resumidos y agrupados en dos grandes miedos. Por un lado, miedo a que mis hijas vean que no soy una madre perfecta, a quedarme en esta vida solamente como madre, a que vean que simplemente soy una mujer con muchos fallos y que aprendo por ensayo-error en mi relación con ellas, a que dejen de verme como supermamá que todo lo puede y todo lo sabe, miedo a ser mediocre, a ser normal, miedo a que no me necesiten, miedo a que no me quieran, miedo a que no cuenten conmigo… Y por otro lado, el miedo a entregarlas a la vida, con todo lo que esto conlleva, ruptura del cordón umbilical, que sean independientes, que experimenten en la vida, que descubran el arte de vivir…
Y es que esta idea de miedo está íntimamente ligada al polo opuesto, el deseo. Y es que deseo que me necesiten y tengo miedo a que no lo hagan, deseo ser importante para ellas y tengo miedo a no serlo, deseo que sean autónomas y miedo a que lo sean,…
Los hijos y las hijas han venido a la vida a ser, y se me olvida, y se nos olvida. Quiero y muchos queremos que sean de una manera determinada, que hagan lo que esperamos de ellos y ellas, lo que deseamos para ellos y para ellas,… Y está claro que su tarea no es la de cumplir mi expectativa, nuestras expectativas.
Claro está que esta tarea de maternidad y paternidad nadie nos enseña las buenas prácticas, simplemente aprendemos de nuestros padres y compensamos según nuestra experiencia vital, que pusieron sus mejores deseos y sus mejores miedos sobre nosotros, con todo su amor por supuesto, igual que nosotros y nosotras con nuestros hijos e hijas.
Así que después de todo esto, propongo, en estos casos, que pongamos conciencia en cómo hacemos con nuestros hijos e hijas. Se trata de descubrir, de observar lo que hacemos, valorarlo, de escuchar a nuestros hijos e hijas, darles su derecho a ser y darnos nuestro derecho a ser tal y como somos, y probar y crear nuevas formas de hacer, para la salud de nuestros hijos/as , para nuestra salud.

Inmaculada Sánchez Navalpotro
Psicopedagoga – Terapeuta Gestalt
Gabinete Psicopedagógico Amaranto
www.gabineteamaranto.es
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